PABLO FIDALGO O LA VERDAD SOBRE TODOS NOSOTROS
De entre todos los poetas españoles nacidos en los años 80 del pasado siglo, Pablo Fidalgo (Vigo, 1984) es no ya uno de los más destacados, sino uno del que podemos decir sin ninguna duda que quedará.
La primera razón para que estemos tan seguros de ello tiene que ver con la necesidad. Normalmente, los poetas que uno considera necesarios lo han sido antes para sí mismos que para los lectores. Es decir: cada poema suyo responde a la necesidad de contestar a una pregunta planteada por la vida, de subir un escalón vital. Esto es mucho más raro de lo que debería: abundan los poetas que parecen escribir por diversión, por competición, por muchas cosas que no tienen que ver con la necesidad. Y, sinceramente: si el poeta no ha necesitado escribir su poema, por qué voy a necesitar yo leerlo. Cada poema de Pablo Fidalgo respira animado por esa necesidad: uno lo nota, cada poema de Fidalgo no tiene nada de partido de exhibición. De hecho, si un poema suyo fuera un equipo de fútbol, Pablo saldría a jugar cada partido con once delanteros. A por todas. Dice en su poema “Los primeros perros”, del libro El perro en la puerta de la casa (Liliputienses, 2021).
Isla, no me iré de aquí
hasta que vea un cambio en el cuerpo de los otros.
Es decir, en mi propio cuerpo.
No me iré de aquí hasta ajustar todas las islas,
todas las formas de vivir rodeado.
Esa es la segunda razón por la que me parece un poeta imprescindible: es un poeta que valora por encima de todas las cosas la intensidad. Un poeta ajeno a los efectos secundarios de la ironía y, por encima de todos ellos, al cinismo. Pablo Fidalgo es lo contrario a un posmoderno, o mejor dicho, ojalá que sea lo que viene después de lo posmoderno. Él tiene fe en la vida, en medio de todas las dudas imaginables; quiere vivirlo todo de todas las maneras, como Fernando Pessoa, aunque eso implique multiplicar las muertes. Es así desde su primer libro, La educación física, de 2010, en Pre-Textos:
Nadie se tomó la juventud
tan en serio como nosotros.
Nos amamos sólo al recordar
que la vida se acabará mañana.
Hacemos del cuerpo una historia
para poder morir en la escena.
Te voy a contar cómo empezó todo esto,
por qué te puse en ese lugar del escenario,
por qué tomé cada decisión,
por qué puse al público ahí, por qué quise
que estuviera incómodo viéndote.
Así pasamos el tiempo hablando de la muerte
bajo las sábanas de la juventud
que se va escapando, y te duermes,
y tiras de la sábana,
y me dejas desnudo hablando solo,
y yo no tengo fuerzas para tirar,
para seguir cubriéndome,
y mi juventud se enfría cada noche un poco más.
Dice la cita de Bataille que abre ya penúltimo libro, La dejadez (Letraversal, 2022): “A qué hemos venido, ¿a jugar o a ser serios?” Pues bien: para Pablo Fidalgo, que no cree en falsas dualidades, no hay nada más serio que el juego. Hemos venido a jugar, a jugarnos la vida, sin contemplaciones. No puede haber nada más serio que eso.
La tercera razón por la que hay que leer a Pablo Fidalgo es porque es un poeta en su tiempo, pero no un poeta de su tiempo. Comparte preocupaciones con sus contemporáneos, y lo hace muy actual el hecho de ser él mismo el objeto de su, digamos, investigación poética. Como escribió Georges Santayana, el poeta verdadero no tiene más que observarse a sí mismo. Eso lo vemos en muchos poetas de hoy, en la mayoría. Pero la profundidad de Fidalgo radica, entre muchas otras cosas, en que no cae en los tics de sus contemporáneos: no necesita ser fingidamente irónico ni presuntuosamente metalingüístico. Sabe que el lenguaje es su instrumento y hasta qué punto somos lenguaje y dónde comenzamos a ser otra cosa. Y sobre todo va en busca de una verdad profunda: siempre trasciende la anécdota. Ha aprendido de los clásicos, también de los del siglo XX, y su voz jamás renuncia a la imaginación verbal. Su poesía es una poesía contaminada por otros géneros, sí, pero nunca se vuelve paráfrasis de un ensayo, resumen de un relato ni mero recuento vital. Su verbo imagina, buscando así lo que se oculta a quien mira sin más. La imaginación ilumina en la oscuridad en la que Pablo Fidalgo sabe que siempre nos buscamos.
Hay una forma de pensar que es única de la poesía. La poesía no es contraria a la lógica (aunque haya muchos supuestos poetas empeñados en demostrarlo), pero sí que añade algo más a la lógica, y además sabe engatusarnos con su arma secreta: la imagen. Los mejores poemas sobre la muerte no incluyen la palabra muerte ni nos amenazan de muerte. Los mejores poemas de amor raramente son solo poemas de amor. Un buen poema es como un big bang al revés: concentra en sus pocos versos todo el tiempo de un universo. Así son los poemas de Pablo Fidalgo.
Sobre La dejadez, él mismo nos da algunas claves en un breve prólogo. El 31 de mayo de 2021 estaba leyendo el periódico y se encontró con una foto de su colegio en la portada del diario El País. Cinco antiguos alumnos denunciaban haber sido abusados en él en los 60 y 70, cuando él no había nacido aún. Después de eso, un ingreso hospitalario. Poco antes, se había vendido su casa familiar. Tres elementos aparentemente inconexos que dan forma a una inquietud, esqueleto a un temblor: así trabaja el poeta. Él mismo relaciona este libro suyo con otro anterior, Mis padres: Romeo y Julieta, publicado por Pre-Textos en 2013, y nos dice que forma parte de un proyecto conjunto con la pieza escénica La enciclopedia del dolor. Tomo I: Esto que no salga de aquí. Escribe en un poema de Mis padres:
Sentía vergüenza de mis padres
por tener que explicar su separación
sin poder explicar antes su amor.
Mis padres viven juntos sus primeros años
sin que sus familias lleguen a enterarse.
Todos sus amigos guardan el secreto.
Yo transformo su necesidad de silencio
en un primer amor por las mentiras.
Mis padres buscaron un lugar en la playa
donde protegerme de la historia.
Muchos años después volví a esa playa,
cada día una mujer distinta me preguntaba,
¿e ti, de quen es fillo?
Mis padres: Romeo y Julieta.
¿Después de todo quién recuerda
un conflicto entre dos familias
en esta absurda tierra
en esa absurda época?
Madre, creíamos que todos estos años sin él
eran tiempo perdido
y cuando finalmente fui a conocerlo
supe que era tiempo ganado al dolor.
Yo soy hijo de los que se bañaban desnudos
pero nunca perdieron la vergüenza.
Mi declaración de amor fue desnudarme en la calle
y volver a vestirme sin explicar nada más.
En realidad, todos sus libros están conectados de alguna manera; son un ensayo de autobiografía espiritual, en la que abundan los detalles concretos, pero que buscan siempre trascender la anécdota, responder a dos preguntas: ¿Quién soy yo? y ¿Por qué? Y la forma de preguntárselo es revisando su propia biografía. En el poema que abría su libro Crónica de las aves de paso, de 2018, “Nostalghia”, por ejemplo, se preguntaba:
Esos pájaros, ¿me
conocen?
Su vuelo, ¿sobre qué escribe?
¿Cómo pueden ocurrir en un mismo día
tantas cosas diferentes?
¿Cómo llega esa ansia de registrar cada una
incluso antes de que sucedan?
Escribimos sobre las nubes
como una excepción en nuestra vida solar.
Todos tratamos de sobrevivir en el único paisaje
que consideramos nuestra historia.
Esa historia nunca es individual, y cada libro de Pablo Fidalgo indaga en una zona con figuras distinta de su biografía. Anarquismos, por ejemplo, publicado en 2019 junto a otra pieza titulada Daniel Faria (una conversación con el poeta portugués) por Papeles Mínimos, es un retrato de la amistad como construcción ilusoria, como una obra de arte inserta en la vida. Comienza: “Es difícil recordaros bien. / Todo gran amor se resiste a ser un recuerdo claro, / porque todo recuerdo es un juicio disfrazado”. Reconoce: “cuando teníamos la alegría, no teníamos / la inteligencia suficiente / y, ahora que somos más sabios, estamos agotados”. Resume: “El paraíso duró pocos días. / El hombre no pudo estar mucho en la tierra / sin cometer errores”. Concluye, en la capilla Brancacci de Florencia, ante los frescos de Masaccio y Masolino: “Miro por última vez este cuadro que nos condena. / Hay una promesa de un dolor lúcido. / Hay una grieta que se abre. / Hay una relativa calma en esta habitación”.
Conocerse a fondo implica también la construcción del otro. Se lo pregunta en “Febre ou escándalo”, el poema que abre su libro en gallego, Parangolé, de 2019:
Dime, permitíronche ser outro?
cantos días? Na infancia?
E ata que punto?
Cantos días che deixarán manter as túas ficcións?
Para min ser outro é demasiado serio
como para fazer probas.
Pablo Fidalgo nos entrega ahora Vivir sin nada. Reconocemos enseguida su voz, llena de preguntas; esa especie de monólogo infinito sobre la existencia y sus inconsistencias, sobre el apetito de vida nunca saciado, sobre la necesidad de entender, sobre todo, el sinsentido. Al poeta Pablo Fidalgo se le transparenta su filiación teatral, por eso nos resulta tan fácil creer en la verdad de sus poemas: su personaje está construido con tanta eficacia como verosimilitud, con tanta intensidad como aristas. De Pablo Fidalgo hay que tenerlo todo y leerlo todo porque aunque se ande buscando a sí mismo, por el camino nos encuentra a nosotros; a todos nosotros y a todos los que somos cada uno de nosotros.
Martín López-Vega
PRÓLOGO DE MARTÍN LÓPEZ-VEGA AL LIBRO “VIVIR SIN NADA”.
De entre todos los poetas españoles nacidos en los años 80 del pasado siglo, Pablo Fidalgo (Vigo, 1984) es no ya uno de los más destacados, sino uno del que podemos decir sin ninguna duda que quedará.
La primera razón para que estemos tan seguros de ello tiene que ver con la necesidad. Normalmente, los poetas que uno considera necesarios lo han sido antes para sí mismos que para los lectores. Es decir: cada poema suyo responde a la necesidad de contestar a una pregunta planteada por la vida, de subir un escalón vital. Esto es mucho más raro de lo que debería: abundan los poetas que parecen escribir por diversión, por competición, por muchas cosas que no tienen que ver con la necesidad. Y, sinceramente: si el poeta no ha necesitado escribir su poema, por qué voy a necesitar yo leerlo. Cada poema de Pablo Fidalgo respira animado por esa necesidad: uno lo nota, cada poema de Fidalgo no tiene nada de partido de exhibición. De hecho, si un poema suyo fuera un equipo de fútbol, Pablo saldría a jugar cada partido con once delanteros. A por todas. Dice en su poema “Los primeros perros”, del libro El perro en la puerta de la casa (Liliputienses, 2021).
Isla, no me iré de aquí
hasta que vea un cambio en el cuerpo de los otros.
Es decir, en mi propio cuerpo.
No me iré de aquí hasta ajustar todas las islas,
todas las formas de vivir rodeado.
Esa es la segunda razón por la que me parece un poeta imprescindible: es un poeta que valora por encima de todas las cosas la intensidad. Un poeta ajeno a los efectos secundarios de la ironía y, por encima de todos ellos, al cinismo. Pablo Fidalgo es lo contrario a un posmoderno, o mejor dicho, ojalá que sea lo que viene después de lo posmoderno. Él tiene fe en la vida, en medio de todas las dudas imaginables; quiere vivirlo todo de todas las maneras, como Fernando Pessoa, aunque eso implique multiplicar las muertes. Es así desde su primer libro, La educación física, de 2010, en Pre-Textos:
Nadie se tomó la juventud
tan en serio como nosotros.
Nos amamos sólo al recordar
que la vida se acabará mañana.
Hacemos del cuerpo una historia
para poder morir en la escena.
Te voy a contar cómo empezó todo esto,
por qué te puse en ese lugar del escenario,
por qué tomé cada decisión,
por qué puse al público ahí, por qué quise
que estuviera incómodo viéndote.
Así pasamos el tiempo hablando de la muerte
bajo las sábanas de la juventud
que se va escapando, y te duermes,
y tiras de la sábana,
y me dejas desnudo hablando solo,
y yo no tengo fuerzas para tirar,
para seguir cubriéndome,
y mi juventud se enfría cada noche un poco más.
Dice la cita de Bataille que abre ya penúltimo libro, La dejadez (Letraversal, 2022): “A qué hemos venido, ¿a jugar o a ser serios?” Pues bien: para Pablo Fidalgo, que no cree en falsas dualidades, no hay nada más serio que el juego. Hemos venido a jugar, a jugarnos la vida, sin contemplaciones. No puede haber nada más serio que eso.
La tercera razón por la que hay que leer a Pablo Fidalgo es porque es un poeta en su tiempo, pero no un poeta de su tiempo. Comparte preocupaciones con sus contemporáneos, y lo hace muy actual el hecho de ser él mismo el objeto de su, digamos, investigación poética. Como escribió Georges Santayana, el poeta verdadero no tiene más que observarse a sí mismo. Eso lo vemos en muchos poetas de hoy, en la mayoría. Pero la profundidad de Fidalgo radica, entre muchas otras cosas, en que no cae en los tics de sus contemporáneos: no necesita ser fingidamente irónico ni presuntuosamente metalingüístico. Sabe que el lenguaje es su instrumento y hasta qué punto somos lenguaje y dónde comenzamos a ser otra cosa. Y sobre todo va en busca de una verdad profunda: siempre trasciende la anécdota. Ha aprendido de los clásicos, también de los del siglo XX, y su voz jamás renuncia a la imaginación verbal. Su poesía es una poesía contaminada por otros géneros, sí, pero nunca se vuelve paráfrasis de un ensayo, resumen de un relato ni mero recuento vital. Su verbo imagina, buscando así lo que se oculta a quien mira sin más. La imaginación ilumina en la oscuridad en la que Pablo Fidalgo sabe que siempre nos buscamos.
Hay una forma de pensar que es única de la poesía. La poesía no es contraria a la lógica (aunque haya muchos supuestos poetas empeñados en demostrarlo), pero sí que añade algo más a la lógica, y además sabe engatusarnos con su arma secreta: la imagen. Los mejores poemas sobre la muerte no incluyen la palabra muerte ni nos amenazan de muerte. Los mejores poemas de amor raramente son solo poemas de amor. Un buen poema es como un big bang al revés: concentra en sus pocos versos todo el tiempo de un universo. Así son los poemas de Pablo Fidalgo.
Sobre La dejadez, él mismo nos da algunas claves en un breve prólogo. El 31 de mayo de 2021 estaba leyendo el periódico y se encontró con una foto de su colegio en la portada del diario El País. Cinco antiguos alumnos denunciaban haber sido abusados en él en los 60 y 70, cuando él no había nacido aún. Después de eso, un ingreso hospitalario. Poco antes, se había vendido su casa familiar. Tres elementos aparentemente inconexos que dan forma a una inquietud, esqueleto a un temblor: así trabaja el poeta. Él mismo relaciona este libro suyo con otro anterior, Mis padres: Romeo y Julieta, publicado por Pre-Textos en 2013, y nos dice que forma parte de un proyecto conjunto con la pieza escénica La enciclopedia del dolor. Tomo I: Esto que no salga de aquí. Escribe en un poema de Mis padres:
Sentía vergüenza de mis padres
por tener que explicar su separación
sin poder explicar antes su amor.
Mis padres viven juntos sus primeros años
sin que sus familias lleguen a enterarse.
Todos sus amigos guardan el secreto.
Yo transformo su necesidad de silencio
en un primer amor por las mentiras.
Mis padres buscaron un lugar en la playa
donde protegerme de la historia.
Muchos años después volví a esa playa,
cada día una mujer distinta me preguntaba,
¿e ti, de quen es fillo?
Mis padres: Romeo y Julieta.
¿Después de todo quién recuerda
un conflicto entre dos familias
en esta absurda tierra
en esa absurda época?
Madre, creíamos que todos estos años sin él
eran tiempo perdido
y cuando finalmente fui a conocerlo
supe que era tiempo ganado al dolor.
Yo soy hijo de los que se bañaban desnudos
pero nunca perdieron la vergüenza.
Mi declaración de amor fue desnudarme en la calle
y volver a vestirme sin explicar nada más.
En realidad, todos sus libros están conectados de alguna manera; son un ensayo de autobiografía espiritual, en la que abundan los detalles concretos, pero que buscan siempre trascender la anécdota, responder a dos preguntas: ¿Quién soy yo? y ¿Por qué? Y la forma de preguntárselo es revisando su propia biografía. En el poema que abría su libro Crónica de las aves de paso, de 2018, “Nostalghia”, por ejemplo, se preguntaba:
Esos pájaros, ¿me
conocen?
Su vuelo, ¿sobre qué escribe?
¿Cómo pueden ocurrir en un mismo día
tantas cosas diferentes?
¿Cómo llega esa ansia de registrar cada una
incluso antes de que sucedan?
Escribimos sobre las nubes
como una excepción en nuestra vida solar.
Todos tratamos de sobrevivir en el único paisaje
que consideramos nuestra historia.
Esa historia nunca es individual, y cada libro de Pablo Fidalgo indaga en una zona con figuras distinta de su biografía. Anarquismos, por ejemplo, publicado en 2019 junto a otra pieza titulada Daniel Faria (una conversación con el poeta portugués) por Papeles Mínimos, es un retrato de la amistad como construcción ilusoria, como una obra de arte inserta en la vida. Comienza: “Es difícil recordaros bien. / Todo gran amor se resiste a ser un recuerdo claro, / porque todo recuerdo es un juicio disfrazado”. Reconoce: “cuando teníamos la alegría, no teníamos / la inteligencia suficiente / y, ahora que somos más sabios, estamos agotados”. Resume: “El paraíso duró pocos días. / El hombre no pudo estar mucho en la tierra / sin cometer errores”. Concluye, en la capilla Brancacci de Florencia, ante los frescos de Masaccio y Masolino: “Miro por última vez este cuadro que nos condena. / Hay una promesa de un dolor lúcido. / Hay una grieta que se abre. / Hay una relativa calma en esta habitación”.
Conocerse a fondo implica también la construcción del otro. Se lo pregunta en “Febre ou escándalo”, el poema que abre su libro en gallego, Parangolé, de 2019:
Dime, permitíronche ser outro?
cantos días? Na infancia?
E ata que punto?
Cantos días che deixarán manter as túas ficcións?
Para min ser outro é demasiado serio
como para fazer probas.
Pablo Fidalgo nos entrega ahora Vivir sin nada. Reconocemos enseguida su voz, llena de preguntas; esa especie de monólogo infinito sobre la existencia y sus inconsistencias, sobre el apetito de vida nunca saciado, sobre la necesidad de entender, sobre todo, el sinsentido. Al poeta Pablo Fidalgo se le transparenta su filiación teatral, por eso nos resulta tan fácil creer en la verdad de sus poemas: su personaje está construido con tanta eficacia como verosimilitud, con tanta intensidad como aristas. De Pablo Fidalgo hay que tenerlo todo y leerlo todo porque aunque se ande buscando a sí mismo, por el camino nos encuentra a nosotros; a todos nosotros y a todos los que somos cada uno de nosotros.
Martín López-Vega
La dejadez
PRESENTACIONES
22 Junio en Santa cruz de Tenerife
Presentación y lectura. Presenta Rafael José Diaz
Asociación cultural Equipo PARA +INFO
27 Junio en Gijón
Presentación y lectura. Presenta Xuán Bello
La librería de bolsillo
///
El dolor que veo pasar
de una generación a otra
no debo callarlo igual que hiciste tú.
Renegamos del lugar donde nacimos.
Con los perros, los encierros y los viajes,
lo superamos todo.
Incluso saber que somos iguales
a alguien que nos destruyó.
///
26.05.2022
ESTRENO 1 JUNIO EN EL TEATRO DE LA ABADÍA.
LA ENCICLOPEDIA DEL DOLOR.
TOMO I: ESTO QUE NO SALGA DE AQUÍ.
El teatro de Pablo Fidalgo es un teatro de “ficciones documentales”. En el proceso de creación de sus piezas hay un primer momento de investigación documental sobre historias de vidas anónimas, en las que se puede ver cómo la violencia y el silencio de la historia española se refleja en las vidas comunes. En un segundo momento se produce una reelaboración poética del resultado de esta investigación. Es un teatro que intenta hacer emerger la política de las vidas y de los cuerpos comunes. Un teatro que desentierra y escarba. Un teatro sin teatro y un intento de explicar la violencia institucional.
La pieza que se presenta en el Teatro de La Abadía forma parte de un proyecto mayor, pensado en tres partes, llamado La Enciclopedia del Dolor. Es un proyecto que se adentra en las formas en las que nos relacionamos con la verdad y cómo se traduce esa relación en los cuerpos. Cómo las vidas están marcadas por lo que no podemos poner en palabras y por las heridas que quedan abiertas durante generaciones.
En palabras del autor, “la primera pieza de esta serie es Esto que no salga de aquí, que era una frase que mi madre solía decir en casa cuando yo era pequeño, y que también se decía en muchas otras casas, un pacto de silencio. Decidí hacer la pieza cuando, el 31 de mayo de 2021, vi en la portada de El País, una fotografía de la puerta de mi antiguo colegio en un artículo que hablaba de antiguos alumnos que, por fin, después de años de silencio, habían denunciado los abusos sufridos durante los años 60.”
En Esto que no salga de aquí se plantea qué vinculo existe entre todas las generaciones que asistieron a colegios religiosos donde se produjeron abusos durante años. La enciclopedia se presenta como un gran ejercicio para nombrar y clasificar esas diferentes formas de violencia, ejercidas por una autoridad ilegítima y que destruyeron las vidas de muchos niños. Pero sobre todo es una pieza que intenta entender la historia de un país empeñado sistemáticamente en silenciarlo y enterrarlo todo.
Próximas Fechas: AQUÍ
20.01.19
ROPA QUEMADA. SOBRE ESTO TEMÍA, ESTO DESEABA (2017) POR RAFAEL-JOSÉ DÍAZ, PUBLICADO EN VALLEJO&CO
Sin que sepamos cómo, nos vemos de pronto recitando un poema, susurrando luego otro, incluso moviendo los labios sin emitir sonidos, o hablando sin abrirlos, los labios, como si nos dijéramos el poema desde dentro. En cualquier caso, hay un movimiento, pautas de dicción, lazos invisibles entre las palabras escritas y la voz que las pronuncia. No siempre ocurre esto cuando se lee poesía. Hay poemas que preferimos no escuchar; que, incluso, quisiéramos no haber leído o que no hubieran sido escritos nunca. Los de Pablo Fidalgo Lareo, no: pasan por dentro de nosotros y arrastran a su paso mucho derrubio, residuos de otras épocas, vivencias convertidas en costras, tachaduras que una vez fueron intimidad, conversación, entendimiento. Hay en su poesía un imperioso deseo de articulación: nace pronunciada, desgajada como sonido de un silencio que la abrazó durante demasiado tiempo. Su pronunciación es su ser: mientras se habla, mientras se escucha, vivimos en un mundo mejor, no estamos recluidos, evidenciamos nuestra persona y nuestro pacto con la vida, somos libres mientras podamos escucharnos hablar.
No conocía la poesía de Pablo Fidalgo Lareo cuando un día me acerqué a escucharlo a la librería Rafael Alberti, de Madrid: su voz nos convocaba a todos los presentes a una especie de ceremonia quirúrgica. Extirpar y suturar, decía, cortar y coser, lavar y secar, abrir y cerrar, decía. El flujo continuo de sus palabras se entendía como un movimiento de ida y vuelta entre lo insoportable y lo indecible. Asistíamos a una lectura en la que el lector nos ofrecía con primorosa elegancia un material sórdido con el que no sabíamos si debíamos vomitar o regocijarnos. Mis padres: Romeo y Julieta se llamaba el libro que en aquella ocasión se presentaba. De esto hace unos cuatro años.
Ahora Pablo Fidalgo publica un nuevo libro: Esto temía, esto deseaba, también en Pre-Textos. El título, tomado de un verso de Mario Luzi, nos sitúa desde el principio en una encrucijada de difícil resolución. Entre el temor y el deseo, que es casi como decir entre temor y temblor, los poemas se dividen en tres partes –de extensión desigual: de un solo poema la primera y la tercera; de veinte poemas, la segunda– y un epílogo. Podríamos pensar que la primera parte, el poema titulado “Un año sin volver a casa”, constituye una suerte de advertencia, un pórtico: a partir de aquí, se nos dice, nos internamos en un territorio sin nombre, poblado por seres cuyos rastros han ido quedándose marcados en el “exiliado” –o transterrado– que habla; que habla como alguien que encontró en la derrota el secreto para salir adelante, que comunica esto a quienes nunca creyeron en él y que necesita saber que el lugar del que partió sigue estando allí siempre aunque ya apenas signifique para él más que lo significan las demás casas en las que ha vivido: temporadas de vida desdibujadas en un diario. El lector quisiera saber muchas veces quién es este tú al que el poeta se dirige, o quién es cada alguien mencionado, quiénes son los ellos con los que se convive o de los que el poeta parece haberse alejado.
Hay que pensar que esta indeterminación nominativa, esta diseminación de las referencias personales debe leerse muchas veces como una paradójica invocación a los demás, a los otros a quienes no se nombra pero que a los que constantemente se les tiende una palabra, se les plantean preguntas, se les evocan momentos compartidos. Tú puede ser en cada poema un tú distinto. Y, por este mismo motivo, también yo puede ser muchos yoes. Cabe leer cada poema como las firmas trazadas en un libro de registro, sólo que no hay un solo libro de registro, sino muchos: uno por cada habitación, uno por cada ciudad, uno por cada mes, por cada año pasado sin volver a casa.
“Yo soy la prueba de que se debe estar en todo / o no estar”: así comienza el poema “París”, uno de los que conforman la segunda parte del libro, titulada “Mezzogiorno”. Los poemas aluden ahora a ese año fuera de casa, o a muchos años, y se sitúan en Lisboa, en Italia, en París. El movimiento, la dispersión, la “revisión de todo”, son aquí las premisas de un discurso que da cuenta de una serie de aprendizajes hechos en carne propia, sin guías ni orientaciones, sin fases de prácticas y “a pelo”, si se puede decir así. No hay aquí otra posibilidad sino la de lanzarse a experimentar vidas posibles, situaciones inexploradas, convivencias imposibles, amores inútiles. A pie de playa, muchas veces, vemos a una figura al trasluz: lo ha perdido todo pero sonríe, regresa a una habitación en la que guarda unos pocos recuerdos, o eso cree. En una maleta, a medio deshacer, hay unas pocas prendas pasadas de moda. En esta especie de danza en medio del ring de la vida (véase el poema “Rumble in the jungle”, dedicado al célebre combate Ali-Foreman), lo importante es encajar, un golpe tras otro, y reservar en nuestro interior todo lo salvaje, la rabia transformada en ternura, la “caricia” de Ali sobre el rostro de Foreman. La vida es una especie de danza al acecho, pero también un escenario en el que cuenta cómo se entra o cómo se sale de él. Importa la paciencia de que se disponga para sufrir toda la presión: esa imperceptible virtud que pocos valoran, sobre todo si esos pocos forman parte de nuestro pasado.
Si desde el interior de las palabras que Pablo Fidalgo hace circular en sus poemas –incluso literalmente: hay muchos da capo en algunos de sus poemas– surge ese ritmo envolvente que requiere ser proyectado, prolongado en voz, entonado con paciencia y precisión, no es menos cierto que resulta curioso que esas mismas palabras de las que emana una música tan aparente ceremoniosa sean casi siempre vocablos comunes, perfectamente habituales en la conversación natural. Hay algo, pues, de conversación ritualizada, de quebradiza confidencia en estos poemas.
Dichas así, con tal nivel de concreción, quiero decir dichas como si cada palabra volviera a reunirse con su sentido perdido, el efecto es el de un regreso al lugar natal, pero sin ninguna nostalgia, sin arrepentimiento, apenas con la cantidad precisa de vergüenza, el sentimiento que para Pablo Fidalgo resulta más difícil de erradicar. La concreción es aquí, paradójicamente, también inconcreción, pues las palabras se dicen sin que quede acotado en ellas un sentido único: se abren, así pues, a cualquier posibilidad. Consiguen, de una manera poco habitual y que es difícil de describir, una ambigüedad que nos alivia e inquieta a la vez. Las leemos y sabemos que en ellas ocurre algo muy intenso que ellas mismas nos ayudan a esquivar.
La tercera parte del libro, titulada “Historia de amor con una bestia”, el poeta se sumerge en busca de un pasado que emerge transformado en una especie de monstruo bicéfalo. Por un lado, lo que podríamos denominar el pasado efectivo, vinculado, de algún modo, a los pésimos recuerdos de infancia, de juventud, y simbolizado por esa ropa quemada en una habitación de hostal. Por otro lado, lo que quizá podría nombrarse como el pasado ensoñado, constituido por todos esos deseos encapsulados, sueños guardados, fotografías conservadas: imágenes abiertas que permiten dar un paso en dirección al futuro, ofrecerle a la persona amada esa imagen final: “Y es hacia nosotros hacia donde va el mundo”.
Las “marcas” de las que habla el poema incluido a modo de epílogo, “Libro de horas”, forman parte de ese dolor difícil de nombrar, de lo temido y lo deseado: en gran medida podríamos entender que “esto” que se teme y se desea, según el título luziano, es la misma cosa, impronunciable, indicada sólo a través del pronombre, de la opaca neutralidad casi carente de significado. El último poema es una oración sin sujeto, sin dios. Una oración que habla de la herida y de la posibilidad de perdonar para verse libre de una mancha originaria, de una marca inscrita en la piel. Tras tantos viajes, que son en el fondo uno solo, nos encontramos aquí en el borde de lo que puede decirse: con temblor, con temor –pero con insaciable deseo– leemos en alto unas palabras que nos permiten vernos mejor, ver lo que sólo en ciertos márgenes podemos vislumbrar.
*(Santa Cruz de Tenerife-España, 1971). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna. Fue lector de español en la Universidad de Jena y en la Universidad de Leipzig. Dirigió entre 1993 y 1994 la revista Paradiso. Ha publicado entregas de su diario, entre las que cabe destacar La nieve, los sepulcros (2005), y traducciones de Arthur Schopenhauer, Hermann Broch, Philippe Jaccottet, Gustave Roud, Pierre Klossowski, Jacques Ancet, Fabio Pusterla, Ramón Xirau y William Cliff. Como ensayista, ha reunido en Rutas y rituales una selección de sus ensayos escritos entre 1993 y 2003. Y, como narrador, ha publicado un primer libro de relatos, Algunas de mis tumbas, dos libros de prosas titulados, respectivamente, Insolaciones, nubes y Disolución; y, ya en 2014, su primera novela, El interior del párpado. Mantiene desde hace más de cuatro años el blog ‘Travesías’ (www.rafaeljosediaz.blogspot.com), en el que va publicando apuntes, relatos, poemas y textos misceláneos. Actualmente es profesor en el I.E.S. Pintor Antonio López de Madrid. Ha publicado en poesía El canto en el umbral (1997), Llamada en la primera nieve (2000), Los párpados cautivos (2003), Moradas del insomne (2005), Antes del eclipse(2007) y Detrás de tu nombre (2009). En 2012 reunió toda su poesía en un volumen titulado La crepitación. Poesía 1991-2006.
29.08.17
DOS CRÍTICAS DE “HABRÁS DE IR A LA GUERRA QUE EMPIEZA HOY”
PAULA GOMES 15 MAYO 2017
Une dédicace laissée sur un livre d’origami, intitulé Papirozoo et Pablo Fidalgo Lareo se replonge dans son histoire familiale à travers le portrait de son grand-oncle, Giordano Lareo. Au fond de la scène noire, un homme de dos devant un monticule de cocottes en papier blanc. Pablo Fidalgo Lareo s’efface et l’individu se retourne. C’est soudain Giordano Lareo, sous les traits de Cláudio da Silva qui revient sur son parcours et dialogue au présent. Parti de Vigo pour échapper au régime franquiste, il devient professeur, traducteur, trésorier de la République à Buenos Aires et auteur du premier livre de figures de papier en Argentine. Un témoignage bouleversant où l’on perçoit la solitude, les tiraillements et la vie de l’exilé où se mêlent joies et espérances. Qu’aurions-nous fait en de telles circonstances ? Quelle est notre regard face aux migrants, réfugiés ? Les chemins de la mémoire et de la liberté sont sinueux, une vie ou même plusieurs générations sont parfois nécessaires.
A travers cette création documentaire, Pablo Fidalgo Lareo revient sur la guerre civile qui a divisé l’Espagne et fait plus de 400 000 morts, une plaie restée ouverte. Si certains se sont murés dans le silence, d’autres ont quitté le pays définitivement. La mise en scène déroule la vie de l’homme qui pose des cocottes en papier sur scène avec un geste maîtrisé, annonçant une fin inéluctable. Ces figures n’apportent pas grand chose sauf peut-être quand le comédien y associe du mouvement, telle l’image de la naissance. La dramaturgie est renforcée par l’adresse au public, faisant jaillir la réalité de l’exil au présent. Cláudio da Silva habite ce personnage avec une force naturelle et magistrale. Ses propos sont empreints de mystère, il promet une explication plus tard gardant ainsi l’attention du public. En effet, l’acteur portugais a lui aussi connu l’exil comme nous le découvrons à la fin. Né en Angola, sa famille revient au Portugal suite à la décolonisation du pays, accélérée par la révolution des oeillets en 1974. Le texte fort de Pablo Fidalgo Lareo est d’une poésie rare et précieuse. L’exil consenti ou pas laisse des traces dans la vie et dans les mémoires bien au-delà de ce que l’on peut imaginer. Un voyage poétique dans le temps et l’espace, un exil qui se déroule à l’infini et dont la portée est universelle.
Ce spectacle est au programme de la 8ème édition de Chantiers d’Europe, un festival dirigé par Emmanuel Demarcy-Mota qui met à l’honneur les artistes et les compagnies de pays voisins. Issus d’une génération née après les grandes guerres, les révolutions, leur regard est engagé et singulier dans une Europe pleine d’incertitudes et à l’épreuve de crises sociales, politiques et morales. Des créations diversifiées et un renouveau des codes d’un théâtre documentaire, citoyen et participatif pour réaffirmer le rôle de la culture et du partage aujourd’hui. Des rendez-vous à suivre jusqu’au 24 mai avec deux expositions à l’Espace Pierre Cardin : Révolution et Démocratie, le rappel des oeillets un regard sur la révolution de 1974 au Portugal qui mit fin à la plus longue dictature d’Europe et Le Dôme – Migration 2 de la Cie Good Chance Theatre (Royaume-Uni), lieu d’échanges et de rencontres autour de films, œuvres d’art et performances effectués auprès des migrants à Calais et à Paris.
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La carta e le sue pieghe nella pièce di Pablo Fidalgo Laero a Lubiana
Patrizia Farinelli. 26 Agosto 2017
Poggia su dei semplici fogli bianchi Habrás de ir a la Guerra que empieza hoy, pezzo del poeta, drammaturgo e regista spagnolo Laero, direttore artistico de Escenas do Cambio. Festival de invierno de teatro, danza y Arte di Santiago di Compostela. Poggia su dei semplici fogli bianchi, perché, in termini concreti, sono degli uccelli di carta, costruiti con la tecnica dell’origami, a farne l’unico oggetto di una scena improntata all’essenzialità, e anche perché, in termini metaforici, il concetto di foglio bianco vi apre una serie di riflessioni di tipo poetico, metapoetico, storico ed esistenziale. A valenza doppia dunque la presenza di carta nella pièce, a ricordare, come voleva Calvino, che in ambito estetico la leggerezza non esclude peso. E quell’equilibro, qui, c’incanta. Ha incantato, più precisamente, il pubblico presente alla rappresentazione datane a Lubiana il 25 agosto, nel corso del festival Mladi levi (18.-27.8.2017) una rassegna internazionale di spettacoli di scena, che compie vent’anni, e dove questa proposta, assieme a quella di Rau (Five easy pieces) spiccava per qualità.
Costruito come un soliloquio, preceduto e seguito da due brevi innesti autobiografici, Habrás de ir a la Guerra que empieza hoy porta a incontrare Storia, microstoria e racconto. Se la riflessione politica vi resta sempre presente sullo sfondo, veicolata, com’è, dalla vicenda di Giordano Lareo, uomo di idee repubblicane finito in Argentina per sfuggire al franchismo, tale riflessione non si risolve poi certamente solo in termini di lotta contro un regime dittatoriale. Già il titolo, nella sua ambiguità, lo segnala. Il caso bizzarro dell’esule che costruisce origami e ci scrive sopra anche un manuale (Papirozoo), fa piuttosto da generatore a domande sul senso della vita e della parola. Al centro di un discorso che, nella resa datane sulla scena dal portoghese Cláudio da Silva coinvolge in modo raffinato e graffiante anche gli spettatori, stanno la guerra quotidiana con le questioni urgenti che uno – tanto più se «sta fuori» – si pone. Un’idea di politica che passa, allora, anche per il compito di raccontare (ai propri figli?) che cosa sia il mondo o per quello di (rac-)cogliere i segni di quanto il fare umano traccia: nella loro diversità, nel loro sapore.
Inutile ricordare che «foglio bianco» sta per possibilità, per progetto. E che carta dice scrittura, dice memoria. Ma attività di memoria vuole ripetizione – si pretende in quel discorso. Di conseguenza sono dei gesti ripetuti, in cui si lascia cogliere tanto il passare del tempo quanto la tenacia di un progetto, a improntare il movimento durante la performance. Un movimento che tesse lentamente la trama di un esistere, configurando lo spazio attraversato. Se dalla possibilità racchiusa in una manciata di fogli bianchi può uscire anche una grande pagina scritta, Lareo e la sua équipe ce ne regalano una pregnante, aerea. Da leggere, da vedere. E magari la prossima volta in Italia.crepitación. Poesía 1991-2006.