HENDIDURA. Notas sobre La enciclopedia del dolor, de Pablo Fidalgo Lareo.
POR IAGO FERNÁNDEZ1. A nadie sorprende que la obra se haya representado en ciudades de España y el resto de Europa, pero no haya expectativas de que llegue a la ciudad donde nació el autor. La razón es evidente para cualquier vigués de nacimiento o, en mi caso, de adopción: la obra destapa los maltratos a los que fueron sometidos, física, psicológica y sexualmente, los alumnos del principal colegio católico de la ciudad. El reflujo del poder nacional-católico en Vigo y el resto de Galicia todavía no se ha estimado de manera oficial, pero se deja ver públicamente. El mejor ejemplo es la procesión del Cristo de la Victoria, a cuya cabeza nunca faltan las autoridades eclesiásticas, las fuerzas del orden y un alcalde socialista que, a pesar de todo, blande un bastón de mando. En el pabellón de deportes de la ciudad, también se puede ver la foto conmemorativa de un antiguo cargo directivo del colegio acusado de pederastia.
2. Aunque la obra no se representó, se ha publicado en formato libro y presentado en el Museo de Arte Contemporáneo. Tras las intervenciones de los editores, Pablo leyó extractos de la obra y textos de acompañamiento a la luz de un lámpara de mesa. Si obviamos la falta de proyecciones, su intervención bien podría figurar en Mis documentos, de Lola Arias, un proyecto en el que distintas personalidades de la Cultura salen a escena para impartir una conferencia sobre algo personal. En cualquier caso, lo que estuvo a punto de reconvertir la presentación en un happening confesional fueron las intervenciones del público durante el turno de preguntas, tan largo como la presentación en sí. Ex-alumnos del colegio hablaron abiertamente de vejaciones y abusos más salvajes de lo que permitían entrever o imaginar los extractos que había leído Pablo. Tomaron la palabra los mismos ex-alumnos que, cuatro años atrás, habían acudido a El País para denunciar su situación y generado un escándalo a nivel nacional.
3. Minutos antes de acceder a la sala de actos, me cruzo con Pablo en los pasillos del museo. Me comenta que la gente de su generación, nacida en los 80, “no se sabe exactamente dónde anda”. Aunque comparto su impresión, puedo situar a unos cuantos conocidos de su generación en el mundo de las letras. Lo que “no se sabe exactamente donde anda” es más bien la década de su nacimiento: una década emparedada entre los fastos de la Transición y la Contrarrevolución liberal que, en palabras del filósofo Paulo Virno, dominó las principales potencias europeas entre el 88 y el 91. En el imaginario español, el único puente que comunica la Transición con la Contrarrevolución es la Movida, orquestada por los poderes políticos y mediáticos durante los mandatos de Felipe González. ¿Dónde se guarda la memoria cultural de la reconversión industrial y las luchas de los insumisos o las innumerables acciones políticas que cuestionaron el pacto de la Transición y la Contrarrevolución liberal como única vía de escape al desplome soviético? Excluyendo algunas excepciones, en el inconsciente tecnológico: vídeos de Youtube y entradas de blog sin visitas, publicaciones minoritarias o sumamente especializadas, los informativos de la época, etc. La obra de Pablo apunta tangencialmente a ese continente hundido de violencias y esperanzas borradas por los mitos estrafalarios de la Transición Pacífica, la Movida Liberadora y la Contrarrevolución Necesaria.
4. Acabada la presentación, vuelvo a casa y leo el ejemplar de la obra que me ha dado Pablo, La enciclopedia del dolor (Solar de edicións, 2024). El monólogo de un ex-alumno de los Hermanos Maristas que, tras encontrarse con el famoso artículo de El País, se pone súbitamente enfermo y termina encamado en un hospital, pensando en su paso por el colegio de marras y el equipo de fútbol donde jugaba de portero; está versificado y se intercala con las fotografías que ha tomado uno de los editores, Ignacio Pérez-Jofre, y enseñan distintos recovecos de la ciudad de Vigo. Al día siguiente aparece una entrevista a Pablo en el periódico local -que hasta entonces había hecho mutis por el foro- y la normalidad se restaura con la rapidez de un muelle. Es decir, que en agosto el alcalde socialista volverá a comandar el Cristo de la Victoria, la foto seguirá colgada en el pabellón y el último cuarto de siglo XX, reducido a unos cuantos mitos, confirmando que la generación de Pablo, en efecto, “no se sabe exactamente dónde anda”. Es más: aunque la obra de Pablo se representara mañana mismo en el Cine Teatro de los Salesianos, otro reconocido colegio católico de Vigo, el último cuarto de siglo XX ya habría sido irremediablemente confundido, desleído y expropiado.
5. Estoy a punto de acabar un libro donde el filósofo Jacques Derrida se pregunta cómo lidiar con las cenizas del marxismo en pleno auge de la Contrarrevolución liberal, y se me ocurre que la obra de Pablo, además de situarse en Vigo y en España, se encuadra en ese periodo de transformaciones sociales, económicas y políticas que decidió el final del s. XX europeo y barrió con las lecturas reapropiacionistas de nuestro pasado reciente. Derrida descarga sobre nosotros una herencia imponente que se actualiza cada vez que echamos la vista atrás, adivinamos el espectro de un mundo alternativo y nos sentimos irremediablemente “fuera de quicio”. Y una descarga parecida se debe de producir sobre los hombros de Pablo o las víctimas de los Hermanos Maristas cuando echan la vista atrás y, al pensar en la Transición o la Movida, sienten un malestar irremediablemente “desquiciado”. Lo que entendíamos como “político” en el s. xx ya sólo perdura como una hendidura íntima que nos devuelve inconscientemente a una temporalidad alternativa. Si algo demuestra esta obra de Pablo es que, mediante el testimonio, la documentación y la interpelación, la hendidura se puede presentar ante los demás como el molde de un pasado socavado.