VIVIR SIN NADA
Editorial: RiL Editores
Año: 2024
Año: 2024
Agrigento Centrale
Nuestra historia de amor fue no decidir nada
allí donde los otros deciden todo a cada instante.
Es así como yo empezaría.
Es una idea fiel a lo que fuimos,
suficientemente consciente,
suficientemente abierta.
Llegamos a la ciudad de cualquier manera
exactamente igual que llego hoy.
Salgo de la estación
y miro la plaza y recuerdo
cómo jugamos al fútbol dos contra dos.
Nuestra vida fue un gesto de ruptura
y ahora mi deber es dejarnos caer tan bajo
como lo necesite nuestra historia.
Se puede perder una guerra
y seguir construyéndote
como si la hubieras ganado.
Todo era jugar y limpiarnos.
Limpiar la ropa de tierra y agua.
Limpiar la ropa de otras islas
que no sirven para nada.
Ya no es posible escucharos de nuevo
porque se me duermen algunas partes del cuerpo
en cuanto empezáis a explicarme lo que somos.
Erais solo unos niños, y yo también lo era,
y empezamos a movernos
como cualquier niño educado en la lluvia
la primera vez que sale el sol,
la primera vez que ve a sus amigos
y les toca la cara.
Me acuerdo de ese cuarto y de otros no
porque estábamos en plena forma
por dentro y por fuera.
Éramos todavía posibles,
previsibles e imprevisibles,
no acusados, no revisados, no narrados,
inalcanzables.
En otros lugares hubo llegadas y despedidas,
celebraciones y poemas,
pero ahora solo recuerdo esta habitación
donde entra el siroco,
donde decidimos dormir con todo abierto
a pesar del frío.
Pedimos esta habitación inmensa
como si fuésemos una familia.
¿Éramos una familia?
Si no nos unía la sangre, ¿qué nos unía?
¿El gesto de entrar con la cabeza alta
en aquellos cuartos de juventud?
(...)
Nuestra historia de amor fue no decidir nada
allí donde los otros deciden todo a cada instante.
Es así como yo empezaría.
Es una idea fiel a lo que fuimos,
suficientemente consciente,
suficientemente abierta.
Llegamos a la ciudad de cualquier manera
exactamente igual que llego hoy.
Salgo de la estación
y miro la plaza y recuerdo
cómo jugamos al fútbol dos contra dos.
Nuestra vida fue un gesto de ruptura
y ahora mi deber es dejarnos caer tan bajo
como lo necesite nuestra historia.
Se puede perder una guerra
y seguir construyéndote
como si la hubieras ganado.
Todo era jugar y limpiarnos.
Limpiar la ropa de tierra y agua.
Limpiar la ropa de otras islas
que no sirven para nada.
Ya no es posible escucharos de nuevo
porque se me duermen algunas partes del cuerpo
en cuanto empezáis a explicarme lo que somos.
Erais solo unos niños, y yo también lo era,
y empezamos a movernos
como cualquier niño educado en la lluvia
la primera vez que sale el sol,
la primera vez que ve a sus amigos
y les toca la cara.
Me acuerdo de ese cuarto y de otros no
porque estábamos en plena forma
por dentro y por fuera.
Éramos todavía posibles,
previsibles e imprevisibles,
no acusados, no revisados, no narrados,
inalcanzables.
En otros lugares hubo llegadas y despedidas,
celebraciones y poemas,
pero ahora solo recuerdo esta habitación
donde entra el siroco,
donde decidimos dormir con todo abierto
a pesar del frío.
Pedimos esta habitación inmensa
como si fuésemos una familia.
¿Éramos una familia?
Si no nos unía la sangre, ¿qué nos unía?
¿El gesto de entrar con la cabeza alta
en aquellos cuartos de juventud?
(...)